lunes, 2 de septiembre de 2013

13.- El niño astronauta

Desperté cuando senti algo ronronear y amasar la frazada que me cubria, yo estaba durmiendo en un colchón en el suelo del dormitorio. Era un hermoso gato blanco y negro al que le habiamos comenzado a dar comida desde hace unos dias. Por primera vez había bajado del techo y ronroneaba muy contento. Lo apodamos Bien Venido, ya que me hizo muy feliz verlo. Era mi cumpleaños, y mis abuelos habian llegado en la noche mientras yo ya dormia. Yo cumplia 7 años y ya podia leer.
Mi madre me dio mi regalo, era un libro ilustrado y recortado como la figura de un niño en traje de astonauta y el titulo tenia mi nombre, "X, el niño astronauta", o algo asi. Me fascinó que ademas el niño tenia una pistola de rayos que se podia extraer para jugar. Este libro fue importantísimo para mi, fue como mi biblia.
X, el niño astronauta del cuento, tenia un tio cientifico al cual acompañó en su primer viaje fuera de la atmósfera terrestre. Bien en órbita entran en contacto con seres de Marte, quienes les reciben fraternalmente en una plataforma espacial circular y abierta, y se les invita a visitar Marte. Estos seres relatan que hace mucho observan a los terrestres, y en sus monitores puede verse que el ser humano está constantemente en guerras. A mi edad estaba conciente de que las guerras eran una constante, y la pobreza también. Mi madre acostumbraba comprar el diario, revistas mensuales y la revista norteamericana Life. A veces soñaba yo con ser corresponsal de guerra.

Me sentí tocado por el cuento, no solo porque el niño tenía mi nombre y tenía el rostro redondo como el mío (me decían cara de plato en la escuela, otros decían cara de Luna, otros simplemente "Luna", era muy pálido). Me sentía ajeno al ser humano y sentí que ahora me reencontraba con algo conocido, una amabilidad, tranquilidad e inteligencia no terrestre, que yo sabía existía allá afuera. Me sentí emocionado al ver las ilustraciones de algo que se sentía más familiar que lo que yo vivía en este planeta simio. Yo sabía que eso era más real que nuestra sociedad estúpida.

- Los seres humanos reencarnan hasta ocho veces o más en este planeta Tierra. Yo tenía, y tengo la sensación de que esta era la primera vez que yo encarnaba acá, y todo para mi en este planeta me es ajeno, aún ahora, como adulto. (los humanos reencarnan 3 o 4 veces seguidas en sexo femenino, y 3 o 4 veces seguidas en sexo masculino, un ciclo corto de 6 a 8 vidas. Pero algunos gurus dicen que el género humano reencarna hasta en un total de 77 vidas, siguiendo este ciclo masculino-femenino. El haber reencarnado cuatro veces como mujer puede dar como resultado rasgos femeninos en la siguiente reencarnación masculina y viceversa. Lo que no sé, es si esta totalidad, 77 vidas, incluye reencarnaciones en otros planetas en nivel evolutivo semejante al terráqueo, o solamente se refiere a la Tierra. Lo que me parecería extraño, ya que la historia del género humano pareciera ser bastante corta). -

De visita en Marte, X y su tío pueden observar una sociedad desarrollada y pacífica, donde los científicos desarrollan el bienestar para todos, allí no existe el dinero y todos viven en igualdad. En su viaje de vuelta a la Tierra traen X y su tio este mensaje de desarrollo y paz. Esta semilla quedó sembrada en mi mente, ya que me sentía totalmente identificado con el niño contactado y con los marcianos y su sociedad harmónica.

Vacaciones en Santiago, primer amor.
Mis abuelos se habían trasladado de Ocoa a Santiago, a Nuñoa. Siempre aparentando la familia tener más dinero. Mi abuelo se había comprador una camioneta y se la manejaban mi tia Yeni y mi tio Miguel. Viajaban al campo a comprar fruta y verdura para vender en Santiago a negocios y restaurantes, también bebidas. Mi tia manejaba en falda corta, cosa que usaba como estrategia para que no le pasaran partes. Abría la puerta para que los carabineros le vieran las piernas. Los dejaba babosos. A menudo manejaba la camioneta al mismo tiempo que se estaba pintando los labios y mirándose en el espejo.
En los veranos me quedaba en Santiago con mis abuelos. Con la familia tuve una infancia más que feliz. Viajaba en la camioneta, ayudaba, visitábamos lugares como el zoológico. Mi abuela hacía comidas exquisitas, manjares y mermeladas.
Pero jugaba casi siempre solo, a pie pelado, jugaba siempre en la tierra. Hacía lagos, rios y puentes. Pintaba figuras de soldados de plástico con esmalte y jugaba a la guerra. En una de esas me enamoré de una vecina de mis abuelos. Ella tenía 5 años o más, se llamaba Yenifer y era rubia como mi prima Yeni y mi tia Yeni. Sus padres consideraban a mis abuelos como pobretones y no dejaban que nos juntáramos. Yo corté un dia la reja de alambre que separaba las casas, con una tijera de podar. Se enfadaron mucho, pero finalmente tuve la dicha de ser invitado a su patio y columpiarnos mientras la mama de Yenifer nos daba helados. Una vez discutimos con Yenifer y la hice llorar, cosa que me dolió durante largo tiempo. Después de ese verano no la vi más, pués mis abuelos se mudaron a un departamento en San Ignasio, en Santiago, y después a un chalét. Pero Yenifer me envió después un chanchito de goma plástica, vestido en overall, con mi abuela, diciéndome que me había perdonado. Ese chanchito fué oro para mí, pués había sido el jugete mascota de Yenifer, sentía que había mucho amor y soñaba con verla de nuevo.

Mi papa me enviaba regalos de Argentina. Cosas increíbles, regalos de calidad que no he visto más. Tren eléctrico de diseño moderno, ametralladora “ultramoderna” con luces y sonido, helicóptero, etc. A mi hermana le envió un cuerpo humano transparente, el cual se armaba en su interior con todos los huesos y órganos detalladamente. Después supe que cuando el volvió a Chile vivía al frente de mis abuelos, nos veía a mi hermana y a mí a través de su ventana y lloraba porque no lo dejaban visitarnos.

En la escuela
En Valparaiso, en la escuela Nr 40, teníamos unos cuadernos llamados ”de composición”, la mitad de la página era sin líneas, y la segunda mitad tenía líneas. Recuerdo mi primera composición escolar, era sobre el Combate Naval de Iquique. La primera batalla nacionalista a la cual nos había engañado el imperio británico para recuperar sus minas en Perú.
Era primera vez que yo pintaba con acuarela. Recuerdo que al pintar el mar, se me producía una sensación de profundidad, en la cual yo caía en el color verde-azulado causándome algo así como un orgasmo muy leve y lento. Sensaciones parecidas me sucedían con colores magenta y otros colores no puros, yo entraba como en trance. En mi curso mis compañeros se achoclonaban para mirar como yo dibujaba y pintaba. Creo que ya en ese entónces me parecía extraño que la gente me decía no poder dibujar, que lo que yo hacía era para ellos inalcansable.
Otro echo extraño para mi fué que un día en nuestra casa, senti una fragancia fuerte a naranga. Yo estaba sólo en el living, me impresioné y seguí este olor tan fuerte. Atravezé el dormitorio de mi hermana, llegué al comedor y vi a mi hermana recién comenzando a descascarar una naranja. Me quedé perplejo.
Después de eso he pensado siempre de que la gente nacida o crecida en el campo obtiene otra sensibilidad superior a las personas nacidas en la ciudad. Pues en la ciudad no existe la diversidad con la que uno crece en la naturaleza, y que posiblemente desarrolla aún más los sentidos. Fragancias, formas, relaciones.

Pero en un diario de Estocolmo, apareció un artículo este año que dice que el 5% de la población tiene un sistema nervioso muy sensible, y que vive en constante irritación en el ambiente urbano. Un detalle aparte es que constantemente está inmigrando gente desde el campo a Estocolmo y a otras ciudades grandes. Claro, el humo de tabaco por ejemplo, a diez metros de distancia del tarado que paga para respirar humo, me produce un dolor de cabeza insoportable y náuseas. Estos 34 años en Suecia han sido para mi una tortura diaria, no soporto el ambiente ni la gente. Desgraciadamente no estoy en condición de poder emigrar a otro lugar más saludable.

Bueno, en el segundo de preparatoria en la escuela 40, tenía una profesora de edad, se llamaba Raquel. Raquel nos hacía clases de historia ”en vivo”. Para la batalla de Chacabuco por ejemplo, formábamos una plaza con los bancos y nos dividíamos en españoles y criollos. Así jugando aprendíamos facilmente fecha, hora y echos históricos sin tener que estudiarlos para que entrara en la memoria.
Raquel me tomó un día en un recreo por los hombros y me remeció fuertemente: “Porqué no eres como los otros niños? Porqué no sales a jugar como los demás?” Me di cuenta de que me hablaba seriamente y en forma irritada. Le dije que me gustaba leer, y que todos querían jugar fotboll och pelear.
Raquel llegó con un entrenador de box un dia y dijo que quería que aprendiéramos a defendernos. Por supuesto que se diriguió a mi primero y me pasó un par de guantes de box de color rojo. Me dió pánico, jamás había peleado con nadie. Fuera de la llave de yudo que le hice una vez al matón del curso, después de lo que se levantó horrorizado y salió arrancando, gritando que tenía que pegarle a otro alumno.
Me tocó por supuesto boxear con otro matón, un pelirojo con la ropa que se le rebentaban los botones. Después de explicar las reglas nos tiraron uno contra otro. Los compañeros de clase se reían burlonamente gritando mi nombre, pués sabían que este tipo me hiba a masacrar, que yo no tenía chanse, nunca me habían visto pelear con alguien. Pero a los primeros golpes mi reacción fué automática, me avalancé golpeando dos o tres golpes rápidos y largos, con lo cuales mi compañero retrocedió asustado y con el ultimo golpe salió volando de espalda encima de los bancos, que se dieron vuelta. Fué de película, como las películas del oeste. El tumulto fue enorme, todos gritaban sorprendidos y reían, una hilera entera de bancos se habia dado vuelta. La profesora interrumpió ”la lexión” y nadie me molestó más en toda la preparatoria.

A los 8 años de edad, enamorado de otra niña, Judith, envuelto en el mundo de la música, fan de los Beatles, comencé a tocar bateria con tarros y cartones, me hice una guitarra eléctrica de mentira con una guitarra acústica que le rompí a mi mamá, encerando el living resbalé con mi cabeza contra la guitarra. Dejé la iglesia Católica, no creía en el catecismo. Otro libro había caído en mis manos. Esta vez del consejo de profesores había recibido en un acto escolar un libro ilustrado y con estampas a pegar. Un libro dedicado a Wernher Von Braun y a la astronáutica y el espacio. En el futuro, com satélites podríamos comunicarnos y ver televisión de todo el mundo. Viajes espaciales... Mi alegría no tenía límites, había nacido mi interes por el futuro, la ciencia, la tecnología, el espacio.
Algo más llamativo que el mundo gris y decadente en el que me sentía naufragado o abandonado a mi suerte, me esperaba en el futuro.
Pero jamás sospecharía de que el futuro era mucho más. De que me dejaría choqueado.